Público
porteño para los hoteles de lujo
Ante la crisis
global, los cinco estrellas redefinen sus estrategias para
convertirse en punto de encuentro para clientes locales
Las veladas de los distintos
restaurantes del Faena atraen tanto a turistas como al
público local Foto: Faena Hotel
La promesa de seguridad y
sofisticación, sumada al compendio de propuestas
diferenciales y no menos glamorosas, estratégicamente
disparadas al corazón y al nervio del sector pudiente del
público local, ha encumbrado a los hoteles cinco estrellas
como nuevos centros de reunión e intercambio en la ciudad.
Los hoteles de lujo ya no
sólo compiten entre sí por atraer huéspedes foráneos. Ahora
apuntan a cimentar una clientela vernácula y, para eso, han
abierto selectivamente sus instalaciones a porteños
dispuestos a mudar a esos ámbitos, muchas veces palaciegos,
sus reuniones de negocios, cónclaves sociales y hasta las
pausas para el esparcimiento.
Como siempre, los hoteles
mantienen su estilo reservado y su avidez por complacer a
los visitantes. Pero el pronunciado declive del turismo
internacional y la necesidad de reinventarse y de captar
nuevo público han aguzado la creatividad de las propuestas y
dado lugar a vivaces estrategias de marketing que buscan
reposicionar a los cinco estrellas entre las preferencias
del consumo de alta gama.
El spa del
Palacio Duhau Park Hyatt y el
remozado fitness center del
hotel Alvear, por ejemplo, ya cuentan con exclusivas
membresías para que el público local goce de sus
instalaciones. Por una matrícula más una cuota mensual, los
29 grados de la piscina semiolímpica del Duhau; el sauna,
las duchas escocesas y los tratamientos de belleza La
Prairie del Alvear seducen a esa clientela.
A la hora de ganar
posiciones en el imaginario social, "todo hotel vivo y
moderno hoy necesita armonizar el turismo con los habitantes
de la ciudad. Así, gana en dinamismo e interacción, a la vez
que fortalece su identidad", apunta una especialista en
marketing hotelero.
Interacciones
En esa línea se inscriben
la feria de productos orgánicos que copa los jardines del
Duhau desde anteayer (ver aparte), o el festejo del
centenario del hotel Marriott Plaza,
que encaja como excusa perfecta para invitar a la
gente a un recorrido histórico por el primer hotel de lujo
de América latina y, de paso, conocer los entretelones del
paso de reyes, gobernantes y grandes luminarias por la Reina
del Plata.
La hora señalada para las
Soirées Culturelles del hotel
Sofitel Arroyo es a las 19, lunes, miércoles y
sábados. En la Bibliothèque, el soberbio living con cómodos
sillones de cuero oscuro y muebles en madera de caoba
alberga a mujeres de Barrio Norte que, mientras sorben un
trago de autor, el Can-Can, escuchan embelesadas las
historias "secretas" de los monumentos históricos porteños.
Para las seguidoras de las
últimas tendencias de ropa, el Caesar
Park, una vez por mes, le corre el velo a su ciclo de
moda y té, con desfiles de Lacroix,
Verónica de la Canal y Homero, entre otros.
A toda hora, el Paseo de
las Artes del Duhau se llena de seguidores de la obra de
Antonio Seguí. Otro tanto sucede con la colección ecléctica
de la galería Arroyo en los periódicos cócteles organizados
en el Caesar Park.
Como una mise en scène
podrían describirse las veladas nocturnas, bien
segmentadas, en el Universe del Faena. Sólo hay turistas en
el show de tango de El Cabaret. En el
restaurante El Bistro, empresarios locales discuten
de negocios bajo los ornatos de unicornios blancos, mientras
degustan miniaturas de la cocina molecular.
En
el resto El Mercado, el ambiente es relajado y
de color local. El clima de fiesta gana la adhesión joven
con el show de Anita Alvarez de Toledo
en el Library Lounge. Culminado el show, el recinto muta
diariamente en pista de baile hasta las 3.
Habrá que esperar al
domingo, o la proximidad de alguna fecha patria, para
degustar en el Plaza Grill, al
mediodía, el tradicional puchero de campo, o esperar a las
cinco en punto para participar de la ceremonia del té y
seleccionar un blend , servido con guantes blancos y
en porcelana china, en el majestuoso Roof Garden o en
L´Orangerie, del Alvear o en el Piano Mobile , del
Duhau.
El ritual de selección de
puros cubanos acompañados por 20 variedades de maltas
escocesas se reservaba, hasta ahora, al Oak Bar, del Duhau,
pero en abril también el Alvear le seguirá los pasos, con la
inauguración de su propio cigar club .
Trajinado incesantemente
por políticos y columnistas de diarios que tejen allí sus
infidencias off the record , el Oak Bar se transformó
en poco tiempo en sitio obligado de reunión.
Tradicionalmente, el bar del Plaza y La Bourgogne habían
monopolizado ese tipo de intercambio.
Así, lejos de la
postal decimonónica que perfila a los hoteles cinco
estrellas como una Babel de turistas, esos espacios
privilegiados de la ciudad comienzan a contagiar entre
porteños burgueses su particular joie de vivre.
Loreley
Gaffoglio,
para La Nación.