29 de Junio de 2009
Obtuvieron el Certificado ISO 9001: Cinco
escuelas rurales premiadas por calidad
Fueron
seleccionadas de entre 53 establecimientos educativos. Se
trata de un modelo de gestión universal en el ámbito
tecnológico, en recursos humanos y salida laboral para los
alumnos. Serán auditadas una vez al año.
Unas 53
escuelas se anotaron de manera voluntaria en el programa. Un
jurado seleccionó a 12 para formar en
Sistema de Gestión de Calidad Educativa (SGCE):
buscaron estimular la calidad en la educación y después
lanzarlas a un concurso internacional. Para eso, los
colegios seleccionados trabajaron durante todo 2008 para
obtener su certificado ISO 9001. Esta semana, sólo cinco de
esas escuelas obtuvieron finalmente la certificación en
calidad educativa por parte de la empresa de origen noruego.
Se trata de las escuelas rurales
Coronel Suárez y el Instituto Agropecuario “Elvira Lainez de
Soldati”, en la provincia de Buenos Aires, la Escuela María
Cruz y Manuel L. Inchausti de la Universidad Nacional de La
Plata (UNLP), el IPEM Nº 221 “San Carlos”, de la localidad
de Jovita, en la provincia de Córdoba, y la Escuela de
Agricultura y Sacarotecnia de la Universidad Nacional de
Tucumán (UNT) de Horco Molle, Yerba Buena, Tucumán, fundada
por Domingo Faustino Sarmiento en 1871.
En
países como México, Brasil o Perú, el Sistema de Gestión de
Calidad Educativa es moneda corriente. Son los propios
ministerios de Educación los que tienen programas de fomento
para la aplicación de las normas ISO 9001. En la Argentina,
eso no existe. Al menos hasta ahora, con el Proyecto Alfredo
Hirsch, que tiene apoyo de la Fundación Bunge & Born. Su
coordinador general, Patricio Ferrario, cuenta orgulloso:
“Este plan busca que todo el personal de las escuelas medias
del país, que tienen orientación agropecuaria en sus
estudios, pueda capacitarse para obtener una mejor calidad
educativa y obtener la certificación ISO 9001. Eso es porque
se trata de un modelo de gestión de calidad universal, donde
este ente certificador da cuenta de ese proceso. Para eso
arrancamos con este programa que, durante un año y medio,
capacitó a los docentes, directivos y preceptores de esas
doce escuelas, que vieron distintos aspectos de los ámbitos
pedagógicos y tecnológicos, la conducción de recursos
humanos, los proyectos para la salida laboral de sus alumnos
y la gestión general de sus escuelas para mejorar el
aprendizaje y el ambiente de trabajo en sus instituciones”.
Los
encuentros fueron en Buenos Aries, donde dos líderes
elegidos por cada escuela se presentaron una vez por mes
para formarse: un hotel completo los alojaba en cada una de
sus habitaciones. Se les pagaron los pasajes aéreos, los
viáticos, la cena o el almuerzo. Entre los especialistas de
Educación que dieron clases, estuvieron
el ex ministro de Educación de la
Nación, Juan José Lach; el vicedecano de la Facultad de
Psicología y Educación de la Universidad Católica Argentina
(UCA), Alfredo Van Gelderen; el ex decano de la Facultad de
Agronomía de la UBA, Fernando Vilella, y el actual ministro
de Educación de la ciudad, Mariano Narodowski.
“Cuando nos enteramos del programa, decidimos anotarnos.
Fuimos seleccionados y durante todo 2008 nos capacitamos. No
nos costó un peso”, dice el director
de la escuela de Coronel Suárez, Roberto Palacio. La
escuela que dirige está ubicada en las afueras de Coronel
Suárez, una localidad de 45 mil habitantes, a 550 kilómetros
al sur de Buenos Aires, que además de aulas tiene terrenos
para las tareas de agricultura, y cabañas para los chanchos,
las vacas, los caballos y los conejos. Eso es porque sus
alumnos tienen, por la mañana, clases como en cualquier
secundaria y, por la tarde, cursan los talleres donde se
desarrolla la orientación agropecuaria. Son 40 varones y 30
chicas que viven en pueblos de la zona. “Al principio, la
gente no entendía bien de qué se trataba eso de adaptarse a
una norma internacional, estandarizada. Por eso, en lugar de
tratar de meter la escuela en la norma, lo que hicimos fue
ir desde la escuela a la norma. Así pasamos dos auditorías
internas”, recuerda el director.
El
caso es que, además, estas escuelas no pueden dormirse en
los laureles. “Las escuelas serán auditadas una vez por año.
No es que te entregan un diploma y te vas a tu casa, hay que
mantener esos índices de calidad”, dice Ferrario, que
también dirige la Escuela Agropecuaria de Tres Arroyos –la
primera en el país en obtener una certificación de este
tipo– y que insiste con que ése es, en todo caso, el
principio de la mejora continua, porque obliga a los
colegios a tener planes de capacitación todo el tiempo. Sin
embargo, dice que la certificación ISO está al alcance de
cualquier escuela, sea de los ámbitos públicos o privados,
confesionales o laicos. Por eso, argumenta: “Una de las
cosas que demostró esta certificación es que la calidad no
tiene que ver con la categorías de las escuelas, porque se
premiaron colegios vinculados con universidades, otros
privados y algunos estatales que dependen del gobierno
bonaerense. La certificación, en todo caso, depende del
compromiso, la capacitación, la vocación y la flexibilidad
de sus maestros”.