25 de Septiembre de 2008
Más de 10 millones de
turistas visitan Barcelona cada año. Sin embargo, según el
Observatorio de Turismo de Cataluña, cada vez son más los
viajeros que llegan a la ciudad sin un paquete turístico bajo
el brazo. Son los "otros" turistas que pasean por la ciudad
condal.
La mayoría de ellos consigue
alojamiento en hoteles, posadas o albergues, pero hay un grupo
de viajeros que elige otra forma de turismo. Un turismo en el
que el dinero deja de ser el denominador común.
Ése es el espíritu de un
turismo alternativo que no conoce de edad y que utiliza como
pago el trueque de conocimientos y experiencias.
Se trata del turista -un 20%-
que visita Barcelona como quien visita a un amigo. Se queda a
dormir en casa de gente local, sale con los amigos de éste,
aprovecha las ferias, eventos y fiestas de barrio para
degustar la gastronomía catalana gratuita y está al tanto de
las discotecas que para promocionarse ofrecen entrada y
primera bebida gratis.
¿Qué necesita este turista?
Haber hecho una buena búsqueda en internet, pues actualmente
son varios los sitios que informan sobre actividades y
alojamientos gratuitos.
Una vez hecha la tarea del
ciberespacio, lo siguiente depende de uno. De tener mucha
simpatía, ganas de conocer y relacionarse con gente local y
ser agradecido con quienes le reciben con los brazos abierto.
Por lo menos, un sofá
Primero lo primero. Antes de
llegar a la capital catalana, hay que encontrar una habitación
-o por lo menos un sofá- donde pasar las noches. El turista
debió haber hecho contactos antes de llegar a Barcelona a
través de los sitios web sin fines de lucro que promocionan
este tipo de viajes.
Rubén Tapia, de 25 años, es uno
de los locales que constantemente ofrece una habitación al
viajero que quiera conocer Barcelona de su mano y que a
cambio, le hable sobre la cultura de su país de origen y
experiencias enriquecedoras.
"Son como mis invitados, de
quienes aprendo sobre lo que pasa en otros países; como cuando
tuve a un chico de China y me comentó que en su país, los que
nunca habían viajado, no sienten tanto la represión como los
que sí", le explica a BBC Mundo.
Para que no quede la menor
duda, Tapia aclara que su casa no es un hotel gratuito. "Aquí
el que viene con intenciones de tener una cama para dormir,
pero sin relacionarse, no se queda en mi casa".
"El viajero tiene que ser
agradecido, porque uno abre las puertas de su hogar, quieras
que no, hay un gasto en comida, electricidad... así que por lo
menos espero agradecimiento, e intercambio cultural. Si un día
yo preparo comida catalana, en otra oportunidad espero que sea
él o ella quien ofrezca un plato de su país".
Tiempo libre
Una vez que el viajero ha
encontrado a un anfitrión -y potencial amigo- le queda conocer
la ciudad al margen de los buses turísticos, tiendas de
souvenirs y restaurantes donde se habla más inglés que
castellano o catalán (segunda lengua oficial en Barcelona).
Jennifer Trollip es de Nueva
Zelanda y lleva varias semanas recorriendo España. Si bien
hasta ahora ha preferido dormir en hostales, utiliza estas
redes para aprovechar y conocer la ciudad de mano de locales.
En una playa alejada de la
bulliciosa Barceloneta, se encuentra con otros turistas y
residentes que disfrutan de un partido de vóley de playa y un
picnic. "Un chico que conocí me comentó que hoy iba a haber
una reunión aquí y por eso vine", le cuenta a BBC Mundo.
"Está muy bien conocer a gente
de aquí, de lo contrario nunca hubiera ido a las fiestas del
barrio de Sants, y me han dicho que dentro de poco están las
de la Mercé donde hay muchos conciertos y espectáculos al aire
libre", agrega esta chica con la alegría de quien ha
descubierto un tesoro.
Jennifer viaja sola y al
principio tenía temor a quedarse alojada en casa de un
extraño, "pero ahora me he dado cuenta que es mucho mejor
viajar así. Ya estoy cansada de estar rodeada de
estadounidenses y canadienses, quiero conocer y estar con
gente de aquí".
Agenda llena
Si bien la mayoría de estos
aventureros son jóvenes entre los 19 y 30 años que han
comprado un pasaje de avión y con un presupuesto mínimo
decidieron lanzarse a la aventura, esto no significa que se
pierdan de la oferta cultural de la ciudad.
Por ejemplo, mientras que en el
Gran Teatro Liceu, Pina Bausch deleita con sus obras "Café
Müller" y "Consagración de la Primavera", en el Mercado de las
Flores, se realizará un ciclo de películas de la coreógrafa
alemana, creadora del concepto danza-teatro.
Pero si es el arte lo que
busca, entonces el viajero puede recorrer galerías y museos
que no requieren de una entrada para disfrutar de la
exposición, como los centros culturales auspiciados por los
principales bancos del país. Son museos en toda regla y que
muchas veces también ofrecen presentaciones y/o conciertos al
aire libre.
Entre tanta oferta cultural,
René, un francés que ahora está de turista, ha decidido
disfrutar del ciclo de cine peruano que el Museo de Arte
Contemporáneo de Barcelona ofrece durante el mes de
septiembre.
"Es una forma de visitar el
museo y de ver películas que difícilmente vería en casa",
comenta René, quien se enteró de este ciclo a través de unos
peruanos que conoció por internet antes de llegar.
¿Turista o visitante?
Una persona que asista a
eventos destinados a la ciudadanía, que se aloje en casa de
locales y se escabulla de las ofertas más turísticas, ¿se
puede considerar un turista?
Después de reflexionar un rato
sobre el tema, Francisco Carnerero, presidente de la
Asociación Catalana de Agencias de Viaje, cree que no, puesto
que el turista es aquella persona que genera ingresos para la
ciudad que visita a través del pago de alojamientos,
conciertos, entradas a museos, restaurantes o visitas guiadas,
entre otros.
"Para las agencias de viaje, el
objetivo no es aumentar el número de turistas sino la
capacidad de gasto que éstos tienen", le explica Carnerero a
BBC Mundo. "En el momento que uno va a casa de un amigo o
familiares ¿es un turista? En todo caso sería un visitante, no
un turista".
Este perfil de viajero no tiene
fecha de regreso y -más bien- recorre Europa en busca de un
lugar donde pasar una temporada más larga, como es el caso de
la canadiense Nana, quien lleva cinco meses por el continente.
"No sé cuánto me voy a quedar,
pero viajar de esta manera y conocer a gente local me permite
ver las posibilidades de vivir aquí. El otro día conocí a un
instructor de tenis y ahora estoy esperando a ver si me puede
dar trabajo", le dice a BBC Mundo.
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