ESCENAS FUERTES
DEL TELETEATRO
“PERONISTA”

 

25 de Agosto de 2008

Abrazos conmovedores, sonrisas, arrepentimientos y promesas, teníamos que haber hablado antes, esto no nos tiene que volver a pasar, olvídate de eso que dije, vos sabés que a uno a veces se calienta y se va de boca, somos todos compañeros, cómo pudiste pensar eso de mí, yo nunca te podría traicionar. El teleteatro de la reconciliación peronista funciona a pleno, sin pudor y a plena luz, para que nadie quede sin enterarse de cuánto se quieren los que ayer nomás se juraban odio eterno y venganza espantosa.

Semejante desborde se corresponde con simetría perfecta con las escenas de hondo dramatismo que se habían vivido hace cinco semanas, cuando el vicepresidente Julio Cobos patentó su inolvidable "mi voto no es positivo" como un nuevo e implacable método de demolición política. Aquellos días abundaron los anuncios del Apocalipsis, el relato de discusiones furibundas entre las paredes de la residencia de los presidentes, amagues de renuncias, proyectos de exilios pensados como trampolín para regresar con gloria, como si pudiera repetirse la historia de Perón.
Cuando las heridas todavía sangraban y el Gobierno comprobó que podía haber vida después de las retenciones, se movieron de lugar algunos muebles, se le pasó la franela a algunos proyectos que esperaban turno, se puso la mejor sonrisa, se volvió a saludar a los vecinos y se llamó a un equipo de libretistas para escribir el teleteatro de la reconciliación.
Allá fueron, intrépidos, el nuevo jefe de Gabinete, Sergio Massa, el ministro Florencio Randazzo, el operador todoterreno Juan Carlos Mazzón y los fieles legisladores Agustín Rossi y Miguel Angel Pichetto.

Entonces vimos a Cristina reunida con peronistas de La Pampa que se habían sumado a la rebeldía contra las retenciones, a gobernadores amigos y no tanto recibidos en la Casa Rosada, a los aliados radicales perdonados de su desobediencia y llamados a conversar. Pero esta semana nos ofreció algunas escenas tórridas, adecuada reedición de los mejores momentos de peronismo explícito que supieron calentar la pantalla política en años no tan lejanos, durante el reinado de Menem y después también.
Ahí aparecieron muy juntos Néstor Kirchner y Carlos Reutemann, fotografiados en un despacho de la residencia de Olivos donde Kirchner oficia de ex presidente. El encuentro, contaron los lenguaraces oficiales, duró una hora y media. Durante ese turno estuvieron a solas, como corresponde. La conversación, se dijo, fue "muy profunda".
El mismo Reutemann que había recorrido piquetes agrarios con su moto, y que había militado y votado en contra de las retenciones, salió de la reunión con Kirchner diciendo que le habían prometido gestionar un encuentro con Cristina para que le dijera cara a cara todo lo que le parecía que debía corregirse. Y nadie salió a sacudirlo. Ni una réplica más o menos furibunda de los pocos ministros que hablan, ni siquiera un anatema destemplado de Kunkel o D'Elía, que es algo que no se le niega a nadie. ¿Acaso Reutemann no vale una sola de esas maldiciones posibles? ¿O es que tanto necesita el kirchnerismo achicar las brechas internas que hoy se aguanta calladito casi todo lo que le digan?
Otra escena calentita del teleatro incluyó la participación estelar del gobernador Juan Schiaretti, peronista desobediente si los hubo respecto del poder central. Al tipo le metieron presión negándole un montón de plata que reclama Córdoba. Le apretaron un poquito la soga al cuello, para que aprenda a comportarse. Pero el libreto reconciliador lo ayudó a salir del apuro.
Primero lo recibieron en el Ministerio del Interior y el jueves, junto a otros cuatro gobernadores, pasó por la Casa Rosada para hablar de los problemas de las sequías persistentes. Le armaron un cartel francés: estuvo una hora con Randazzo y el poco visible Carlos Fernández, que como muy pocos saben es el ministro de Economía. Después un aparte con Massa y, frutilla de la torta, también tuvo su momento con Cristina. Fueron diez minutos, nada más, pero alcanzó para salir en la foto.
Schiaretti se llevó la promesa de una pronta visita de la Presidenta a su provincia. Caballeresco, él le pidió al peronismo de Córdoba que suspenda un acto previsto para ese mismo día. Más gentil todavía, el Gobierno le desembolsó sin chistar 33 millones de pesos que no serán el pasaje de ida al Paraíso, pero seguro que ayudan para calmar los nervios.
Hay quien dice que la escena culminante del teleteatro sería una foto de Kirchner con Eduardo Duhalde. Pero los libretistas renunciaron de antemano. No hay conveniencia política que le pueda ganar a tantísimo rencor mutuo acumulado.
Al menos por ahora.
Reproducción textual de la columna
Julio Blanck.  Del diario Clarín de la fecha