28 de Mayo de 2009
"A los 14 años,
un chico puede ser penalmente responsable"
Lo afirmó la
psicóloga Danya Glaser, consultora del sistema judicial
inglés
Una dolida
demanda social de bajar la edad de imputabilidad de los
menores y un lento debate legislativo para crear un régimen
penal juvenil se entrecruzan en medio de un sinfín de
opiniones, en definitiva, sobre la psicología adolescente.
Pero
¿qué dice la investigación científica sobre la psiquis de
los chicos y los adolescentes que cometen un delito? ¿A qué
edad ya entienden la naturaleza de una conducta que la ley
sanciona? ¿Cómo influye una decisión judicial en la
reincidencia?
Según
parece, la raíz de las respuestas está al cumplir la primera
década de vida.
"A
los 10 años, los chicos saben diferenciar qué está bien y
qué está mal, pero el hecho de que lo sepan no significa que
puedan comportarse adecuadamente y puedan comprender las
consecuencias de sus acciones y controlar todos los
impulsos. Pero a los 14, un chico ya puede ser penalmente
responsable", precisó la doctora
Danya Glaser, consultora en psiquiatría pediátrica del
sistema judicial británico e investigadora del Departamento
de Psicología Médica del reconocido Hospital de Niños Great
Ormond Street, en Londres.
En
Inglaterra, la ley considera penalmente responsable a los
chicos de 10 años en adelante, lo que explica en gran parte
el interés en ese país en la investigación de los efectos de
las decisiones judiciales sobre salud mental y el
desarrollo. Glaser dialogó con LA NACION tras
una conferencia para magistrados y
especialistas en psicología y psiquiatría en la sede de la
Universidad Católica Argentina.
"Aun
cuando se decida cuál es la edad de imputabilidad penal de
los menores, es necesario saber también qué se hará al
respecto -agregó la capacitadora de jueces-. Ser penalmente
responsable no resuelve el problema de qué hacer cuando se
comete un delito. Sabemos a partir de muchas investigaciones
con adolescentes y adultos que castigarlos, ya sea con la
privación de la libertad o con medidas punitivas en
instituciones correccionales, puede provocar más daños que
beneficios si no se tienen en cuenta ciertas condiciones."
-¿Cuáles?
-Sé que
en la Argentina hay una tendencia a encontrar cómo tratar y
castigar a los jóvenes que cometen delitos graves. A menos
que se encuentren nuevas formas, que hayan demostrado
funcionar para ayudar a reformar la conducta de esas
personas, hay que tener en cuenta que si se las encarcela
saldrán más violentas que cuando ingresaron.
-Al
conversar con un menor, ¿qué puede hacer un juez para saber
si realmente comprende o no la criminalidad de un acto?
-Primero, si el menor tiene capacidades normales, es muy
probable que a los 14 comprenda que su conducta ha sido
incorrecta. Segundo, y con el debido respeto a los jueces,
no creo que ellos puedan evaluar realmente el nivel de
comprensión de un adolescente; para eso necesitan a un
psicólogo o un psiquiatra. Aun así, la pregunta no es si
comprende si actuó bien o mal porque a los 14 ya lo sabe.
-¿Qué
es, entonces, lo importante?
-El
motivo por el que los jóvenes cometen delitos no es que no
saben diferenciar entre qué es correcto o incorrecto, sino
porque quizá viven en familias violentas o están sobornados
por adultos para cometer delitos. Por eso, lo importante es
comprender por qué lo hacen, ya que con sólo bajar la edad
de imputabilidad penal y tratarlos como si fueran adultos no
será una buena solución para la sociedad.
-Al
decidir sobre un castigo a un menor, ¿cuál debería ser el
objetivo?
-Hacer algo para
ayudarlo a no cometer otro delito; dejarlo a la deriva es
muy malo. Un juez debe encontrar formas en la que el joven
pague por lo que hizo, y no necesariamente con dinero. Y es
altamente probable que necesite ayuda especializada para
empezar a entender otras maneras de comportarse en sociedad.
Maltrato
y abuso
Desde
1983, la doctora Danya Glaser se especializa en maltrato,
abuso infantil y guarda de menores, temas sobre los que
también asesora a los jueces antes de tomar una decisión.
-En
muchos casos, los padres justifican el maltrato con la
necesidad de imponerle disciplina a un hijo. ¿Cuál es el
límite entre ambos?
-En la
práctica, la diferencia es que si un castigo deja una marca
física se convierte en maltrato o abuso, según el caso. Pero
si se repite el castigo, aún sin dañarlo físicamente, podría
hablar de maltrato emocional porque la psicología moderna
demostró que la mejor manera de educar a los chicos no es a
través de los castigos duros, sino de límites coherentes y
de recompensas por las buenas conductas. Las respuestas
punitivas a las malas conductas no funcionan en el largo
plazo y son, de hecho, abuso emocional.
-Cuando
no hay lesiones físicas, ¿cuáles son los principales signos
que dan los chicos?
-Hay que ver cómo los padres interactúan con el hijo o la
hija porque ahí es cuando aparecen no sólo los castigos
graves, sino también otras conductas frecuentes en esos
casos como el uso de los hijos como «chivos expiatorios», el
abandono emocional y el aislamiento y la explotación del
niño o la niña. Por otro lado, el chico puede mostrar
infelicidad, tener mala conducta, no aprender como debería
para la edad o tener problemas con sus pares y amigos. Todas
esas conductas también pueden ser consecuencias del abuso
emocional. Fabiola
Czubaj, para el diario La Nación.