CUANDO LAS LEYES ESTÁN
PERO DE NADA SIRVEN,
PUES NO SE CUMPLEN

05 de Febrero de 2009

"Otra forma de protesta"

Me llamo Cristina y tengo la doble ciudadanía argentino-uruguaya.

Hace dos años que millones de personas venimos padeciendo el corte del puente Gualeguaychú-Fray Bentos por parte de unos muy pocos que se adueñaron arbitrariamente de un espacio público que es de todos, violando el principio constitucional básico de entrar y salir libremente del país.


Cuando se reclama por algo, a veces es inevitable perjudicar a otros, pero hay que tratar de que esto ocurra lo menos posible y durante el menor tiempo posible.

Me pregunto si estos pocos en dos años no pudieron inventar otra forma de protesta que dañe menos a la población dos países hermanos.


¿Por qué esos pocos, sin ninguna solidaridad, no permiten el paso de tanta gente que necesita de manera urgente y frecuente viajar por enfermedad grave y muerte de seres queridos y nos someten a depender de los pocos horarios de un barco que es muy caro y que sale solamente si no hay niebla, sudestada o desperfectos técnicos?


Los que se erigen en defensores de la vida, no demuestran "honrarla".


Este pobre planeta ya destrozado lo está no sólo ecológicamente, sino también humanamente.

Por eso, me sigo haciendo preguntas: ¿ninguna autoridad puede hacer nada?


Tenemos una Corte Suprema de lujo.

Los gobernantes dicen que no quieren reprimir.

Ninguna persona de bien puede estar de acuerdo con la represión, que la padecimos con su rostro más trágico y
repugnante y la enfrentamos como pudimos con la unión de los dos pueblos.


Y entonces, ahora, con el mandato legítimo que les conferimos con el voto, ¿nadie puede hacer nada desde el poder para defender los derechos que nos costó tanto recuperar?¿Es que solamente debemos acatar el capricho de unos pocos?


Cartas al País diario Clarín del 01.02.2009

Cristina Martínez
cristinacollette@hotmail.com




NOTA DE RESPUESTA DEL EDITOR DE CARTAS AL PAÍS

El comentario: Cuestión de sentido común

Lo curioso de esta historia es que la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú protesta por una contaminación hasta ahora no probada, y el país lo hace por la presunta violación del Estatuto del Río Uruguay, por haberse instalado en una costa compartida una planta como Botnia sin la anuencia de la otra orilla, en este caso de la propia Argentina. Eso es lo que en verdad está en litigio ante la Corte Internacional de La Haya.

En el medio, todo es un enorme equívoco, que el Gobierno, en épocas de Kirchner, presentó primero como una "causa nacional", y que ahora, en tiempos de Cristina, dice no compartir en su metodología, que siempre fue el corte de la ruta internacional 136, que comunica Gualeguaychú con Fray Bentos.

Hoy por hoy, al menos siete organismos (estatales y no gubernamentales) controlan el río Uruguay para ver si sufre daño ambiental. El Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) hasta ahora hizo tres mediciones bimestrales en las aguas del río y las mismas están por debajo de los límites admisibles por la Organización Mundial de la Salud. No hay evidencia de contaminación hasta el momento, a más de un año ya del funcionamiento de Botnia.

Si se mirara el conflicto desde el nivel de conciencia ecológica alcanzado, podría decirse que la prédica de los asambleístas ha dejado su huella. Instalaron la necesidad de los monitoreos permanentes en la planta finlandesa, más allá de los cambiantes humores de los gobiernos nacional y provincial.

En la semana, con la aparición de un fugaz olor penetrante en Gualeguaychú, que la empresa admitió, y la protesta en Buquebus, el tema se recalentó una vez más.

Hoy se cumplen 804 días de bloqueo a un paso internacional. La lectora, con toda razón y lucidez, se pone en el lugar del sentido común. Lo que más falta en esta historia.


Por Osvaldo Pepe
opepe@clarin.com