El dolor de una inmigrante Argentina

01 de Febrero de 2007         
    
  
Vengo al país cuando puedo: desde hace 16 años vivo en EE.UU. Soy profesional. Tal vez en Clarín se acuerden de mí, por ser una de quienes trabajó en el Proyecto Genoma de tripanosoma cruzi. Lo que me pasó me entristece, me duele. Es una realidad argentina que avergüenza, una miguita en el mundo de desastres cotidianos.
Vine a ver a mami y hermanos con mi pareja francesa, por primera vez en Buenos Aires. Quería pasear por el Centro, ver la Catedral, la Plaza de Mayo, mostrarle un poco de la historia nuestra a mi novio. Contarle cómo es el carácter argentino.
A vos y a tu amigo, que me robaron la cartera en el Grill Oriente (¿te conocerán los mozos, o el dueño?), cuando pensé que podía relajarme y disfrutar mi ciudad y mi café, les digo: Gracias por abrirme los ojos para no volver. No volver a tener la ilusión de que tal vez sea posible vivir otra vez en mi Ciudad.
Ustedes dos le mostraron al mundo, a través de mi novio extranjero, qué fantástico es el "chorro" argentino, qué maravilloso es este país, cómo entrena para robar y vivir de los ilusos. Me descuidé cinco minutos. O, mejor dicho, segundos y me arruinaron el viaje. La amargura y la impotencia, no por el valor de lo robado: por la sensación de violación a lo mío. Mi novio promete no volver nunca más. No soy la única, pero hoy siento que mi vergüenza de ser argentina me inunda.


Es bueno saber que la gente sabe disculparse aunque esta redacción no considera que debiera haberlo echo


Las disculpas de una lectora

En la página dominical de Lectores, una científica argentina que vive desde hace 16 años en EE.UU. contó que le robaron su cartera durante una visita a Buenos Aires. En el texto se dirigió a los dos ladrones que le hicieron pasar un mal rato junto a su novio francés. Y escribió las palabras fatales: "Mi vergüenza de ser argentina me inunda". En seguida debió colocar una respuesta automática en su e-mail. Los mensajes no paraban de llegarle. La mayoría, en un tono muy agresivo. La lectora entendió que debía una explicación a todos quienes le escribieron. Aquí está su descargo.
Me siento con la obligación moral de aclarar mis sentimientos, o al menos los sentimientos que comandaron la escritura de mi carta. Entiendo que para muchos pareció un insulto directo a cada argentino, y lamento que haya sido así. Fueron pocos los que supieron interpretar mi carta como un momento de gran tristeza y desilusión, no por lo perdido materialmente, sino por la ilusión perdida.
A los que se hayan sentido directamente atacados por mis sentimientos, mis disculpas. Agradezco, sin embargo, las respuestas de todos. En muchas vi comprensión, y en otras leí mucha ira. Mi error (por falta de experiencia) fue sentir que debía tener poco cuidado al salir a la calle, o el cuidado de siempre.
Y la desilusión viene porque el sistema que opera hoy en nuestro país permite que estas cosas pasen. Lo mío es sólo un mínimo ejemplo. Por supuesto que robar una cartera es trivial. Por supuesto que pasa en otros lados: no estoy negando esa realidad, pero en 15 días estuve expuesta a esta situación en tres oportunidades. Y al contar mi experiencia, siempre había alguien conmigo que había pasado por algo similar.
Eso sí, me pareció raro. La aceptación de "y... qué vas a hacer, acá es así, no se puede hacer nada... salí sin cartera". Yo no estoy acusando al país de no darme nada. Al contrario. Vivo en donde vivo porque la vida me ofreció este camino, no porque me fui escapando de Argentina. Yo no estoy juzgando a cada argentino. Yo expresé cómo me sentí en ese momento. Y sentí miedo, inseguridad, desilusión. Ese día, en el Centro, sentí vergüenza.
Esos fueron mis sentimientos, y muchas respuestas juzgaron mis sentimientos como una traición, y me conminaron a renunciar a mi ciudadanía argentina y a no volver nunca más. Todo por expresar cómo me sentí.
A quienes pueden ver un poquito más allá de lo escrito, gracias por entender. Por cortesía, y privacidad, oculto las direcciones de e-mail, pero esta carta va a todos los que me respondieron.


Lis Caler
lcaler@gmail.com
Carta de lectores del Diario Clarín