02 de Febrero de 2009
Pasó la
purga de 8.000 efectivos desde 1990. Aprieta con secuestros,
zonas liberadas y se reorganiza.
Cómo recaudan los jefes de calle..
Foto:
Télam
Hay
un poder dentro del poder, que crece con la silenciosa
determinación de los vegetales. Siempre estuvo ahí, como una
hiedra, asfixiando todo, presente en cada rincón, una sombra
de la sombra que todos ven pero frente a la que nadie
reacciona. Su autoridad no proviene del grito sino del
silencio: el secreto de uno construye el de su compañero, el
que calla, sabe; y todos hacen callando. Arriba de la
sombra hay tratados de legislación comparada, volúmenes de
psicología, leyes, decretos, planes de reforma, recortes de
diario, sellos de mesa de entradas, historias que nunca
terminan de cerrar. La sombra sigue ahí, respirando,
pausada, debajo de la sombra.
Si esta historia
tuviera que tener un comienzo –porque la sombra no lo tiene,
siempre estuvo–, bien podría ser el retorno de la
democracia: entre 1983 y 1987 se produjo en la Bonaerense el
desbande militar del aparato represivo que había sido
manejado por el general Ramón Camps, quien dejó su impronta
en sólo veinte meses (abril del 76 a diciembre del 77).
En diciembre de 1984,
Camps se jactó ante Clarín de haber sido el responsable de
unas cinco mil desapariciones y de haber aplicado la tortura
como método. Estaba orgulloso. La policía de Camps fue la de
la Noche de los Lápices y el secuestro de Jacobo Timerman,
que no descuidó los negocios: asociado con Guillermo Suárez
Mason en la importadora y exportadora “de café y frutos” SCA
vendió armas a las fuerzas contrainsurgentes en América
Central. En 1987, el entonces gobernador Antonio Cafiero
intentó enfrentarse a la sombra designando a un peronista de
izquierda, Luis Brunatti, como ministro de Gobierno.
Diversas fuentes afirman que le ofrecieron cinco millones de
dólares a cambio de una actitud distraída. Brunatti no
pactó, pero tuvo que renunciar. En 1991, Duhalde llegó a La
Plata afirmando que la Bonaerense “era la mejor policía del
mundo”; nombró al ex juez Alberto Piotti como ministro y a
Pedro Klodczyk como jefe de Policía. Aquellos fueron los
años del atentado a la AMIA, la masacre de Andreani y el
crimen de Cabezas. “Duhalde le prometió a Klodczyk no
meterse en sus asuntos y aumentar el presupuesto a cambio de
mayor tranquilidad en las calles –señalan Carlos Dutil y
Ricardo Ragendorfer en La Bonaerense–. Las consecuencias del
reequipamiento de los ‘patas negras’ comenzó a sentirse: los
casos de brutalidad y gatillo fácil se multiplican y
potencian con el espionaje ideológico en las escuelas del
conurbano (suceden las desapariciones de Miguel Bru y Walter
Galeano, y la Brigada de Investigaciones de Lanús masacra a
cinco personas en Wilde)”. Dutil y Ragendorfer bautizan en
la revista Noticias del 10 de agosto de 1996 a la Bonaerense
como la “Maldita Policía”. “La policía se dedica
fundamentalmente a la venta de causas a sus abogados –dice
la nota–, la mensualización del juego, la venta ambulante,
la prostitución, las drogas. Todos los testimonios apuntan a
tarifas absolutamente generalizadas. Los jefes se quedaban
con el 60% de los recaudado, 30% para los jefes de Brigada y
la Unidad Regional y el otro 30% para los jerarcas de la
jefatura. El 40% restante se lo tienen que repartir,
proporcional y jerárquicamente, entre todos los muchachos de
la patota”.
Luego del crimen de
Cabezas, Duhalde encargó una purga policial al entonces
secretario de Seguridad Eduardo De Lazzari. La Bonaerense
reaccionó presionando a los caciques políticos del
conurbano, y subieron los índices de inseguridad. En abril
de 1997, designan a León Arslanian.
–Cuando yo
comencé a remover jefes policiales hubo una extraordinaria
resistencia por parte de algunos intendentes que, por su
vehemencia, hacía presumir que tenían un interés que iba más
allá de lo funcional –comentó Arslanian años después a este
diario.
Ruckauf irrumpe entonces
como candidato a gobernador pidiendo “meter bala” a los
delincuentes. Duhalde cambió a Arslanian por Osvaldo
Lorenzo, un ex juex con buenos vínculos policiales. Y
sobrevino la masacre de Ramallo. En 1999, Ruckauf asumió
cumpliendo su palabra: le devolvió todo el poder a la
Bonaerense y designó a Aldo Rico como secretario de
Seguridad y a Ramón Orestes Verón como jefe policial; se
multiplicaron los casos de gatillo fácil y se denunció
complicidad policial en el crimen de Natalia Mellmann en
Miramar y del contador Mariano Perel en Cariló. En 2001,
Ruckauf salió discretamente del incendio provincial y asumió
su vice, Felipe Solá. Fue entonces cuando sucedieron los
asesinatos de Kosteki y Santillán. Solá nombró a Juan Pablo
Cafiero como secretario de Seguridad y a Alberto Sobrado
como jefe de la policía. Al poco tiempo, la revista
Veintitrés reveló que Sobrado tenía una cuenta bancaria en
Bahamas con 350.000 dólares y una insólita capacidad de
ahorro que no se correspondía con sus ingresos. Andrés
Kliphan, el autor de la nota, recordaba también que siendo
Sobrado jefe de la Departamental de Morón había sido
denunciado por cobrar hasta diez mil pesos de coima para
facilitar la fuga de los detenidos. Luis Genoud, Juampi
Cafiero, Juan José Álvarez y Raúl Rivara formaron parte del
colectivo de seguridad en la época de Solá. En 2004 volvió
Arslanian y el 17 de marzo de aquel año fue el secuestro y
asesinato de Axel Blumberg. Hubo otras dos purgas y 2.500
policías fueron separados de sus cargos. El mando de la
fuerza quedó a cargo de un civil y la estructura se
horizontalizó. Con la asunción de Scioli comenzó una nueva
contrarreforma: se volvió al viejo escalafón y nombró a
Daniel Salcedo como coordinador general de la fuerza.
Salcedo no es lo que podría llamarse una persona intuitiva:
en diversas comunicaciones oficiales ha negado la existencia
de laboratorios de pasta base de cocaína en la provincia,
contrariando estudios de la Corte Suprema provincial sobre
el asunto. Salcedo es, eso sí, un hombre de fe: coordina las
carreras de licenciatura en Criminalística y Seguridad
Ciudadana en FASTA (Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás
de Aquino). Esta fraternidad que recuerda al autor de la
Suma Teológica tiene una sede en Bariloche donde funciona el
Colegio Primo Capraro por un convenio con la Agrupación
Germano-Argentina presidida por el nazi Erich Priebke.
FASTA, fundada por el fray Aníbal Fosbery, colaboró
activamente con los militares de la última dictadura.
LA CAJITA FELIZ. Diversas
fuentes coinciden en señalar que “la caja” policial se está
reorganizando. Con las purgas y el esquema horizontal, el
financiamiento se había vuelto caótico y había demasiadas
internas en el reparto.
–El gran negocio es la
droga –le dijo a Crítica de la Argentina un legendario ex
comisario de la Bonerense–. La protección que se les da a
las bandas, los laboratorios,
los distribuidores explica
por qué la droga creció tanto, y más que nada en la
provincia.
En los 90,
gran parte de la caja se sostenía con vida nocturna y juego
clandestino. Hoy, la mayoría de esos negocios están
habilitados. Las principales fuentes de ingresos son:
–Droga (se
cobra por el lugar donde se prepara –laboratorio– y por el
delivery –boliches o barrios–).
–Personas
(prostitución, trata e ilegales).
–Corte de
autos (desarmaderos).
–Ojo, eh –aclara un
funcionario del área de Seguridad–, que mucha plata va para
financiar a la propia policía. Del presupuesto de la fuerza,
el 90% son sueldos y el resto es para gastos e inversiones.
No alcanza. También hay una parte que es para “mejoramiento”
del propio patrimonio, claro. Lo que sigue es una
aproximación a las cifras del mercado que se realizó
consultando a fuentes policiales, ex comisarios, ex
funcionarios y maestras jardineras.
–Drogas: un distribuidor
grande de, por ejemplo, San Martín, paga unos 20.000 pesos
por semana para trabajar en paz. Un dealer o puntero paga
unos 200 por el mismo período. La protección de laboratorios
es el nuevo gran negocio, complementado con el servicio de
avisarle si otra jurisdicción lo está investigando (de allí,
los frecuentes roces con los “Federicos”, miembros de la
Federal). Monitoreo y protección de un cargamento
importante: unos 200 mil pesos, por ser ustedes.
–Desarmaderos: 4.000 por
semana.
–Venta de autos mellizos:
10.000 al mes.
–Zona
liberada: puede pedirse una parte del botín o arreglar. Por
ejemplo, 1.000 pesos por zona por cada noche con
independencia de lo que se robe.
–Boliches
bailables: para droga y protección, unos 5.000 pesos.
–Prostitución: por un
negocio con cinco chicas se pagan unos 1.000 pesos por
semana. Los saunas aportan unos 6.000 al mes.
–Juego clandestino: el
levantador de todo un partido paga unos 20.000 al mes.
–Sacapresos: se trata de
las causas armadas donde la policía coloca un supuesto
abogado salvador.
–Estacionales o estivales:
son los que recaudan por temporada. Por ejemplo, el
Operativo Sol en la costa atlántica.
La recaudación, claro, se
obtiene por territorio: el encargado de la patota junta el
dinero y todo llega a la comisaría. También llegan los
negocios eventualmente tercerizados (a través de retirados,
abogados o agencias de seguridad). El comisario se queda con
su parte y pasa el resto a los distritales, que a su vez
suben a los departamentales, y todo sigue hasta arriba. Las
departamentales tienen “llave”: quien llega debe pagar un
mínimo de 150.000 pesos cash.
TE INVITO A MI FIESTITA.
Ésta es, por jerarquía, la lista de nuestros amiguitos:
• Daniel Salcedo, ex jefe
de la Policía Científica, superintendente general.
• Juan Carlos Paggi, ex
director de la Escuela Vucetich.
• Antonio “Barítono”
Torreira, jefe de Investigaciones.
• Cuatro jefes zonales.
• Treinta y dos jefes
departamentales.
• Jefes distritales.
• Comisarías.
En la zona Conurbano
Norte, que incluye San Isidro, Vicente López, San Fernando y
Tigre, Jorge Omar Nasrala está a cargo de la Departamental.
Nasrala es clase 64, legajo 15.675 y fue “jefe de Calle”
(¿recaudador?) de Merlo, Morón y La Matanza. Hombre del
duhaldismo, cercano al senador Horacio Román.
En Quilmes, Adrián Gustavo
Cisterna es el jefe desde noviembre. Clase 63, legajo
14.745. Responde a Salcedo. Tuvo algunos problemas en su
paso por la Distrital de Esteban Echeverría, como el
secuestro del abogado Cristian Vázquez, cuyo cadáver fue
encontrado el 27 de agosto de 2007, caso que terminó con
tres policías que respondían a Cisterna detenidos. Dos
fuentes policiales aseguraron a este diario que el destino
original de Cisterna era Florencio Varela, pero el hombre
mandó un paquetito con 150 mil pesos a La Plata y terminó en
Quilmes, donde –por cierto–vive de sobresalto en sobresalto:
el secuestro de Bergara, el de Rodolfo González, un chico de
17 que apareció asesinado y quemado, el tiroteo de un
gendarme en pleno centro y el colmo: la detención de una
sargento de la comisaría primera, por robo, en Berazategui.
Con un agregado: Cristina del Valle Farías era una de las
estrellas de Policías en acción.
La Matanza está a cargo de
Gustavo Emilio Carreiras, clase 62, legajo 14.738, ex jefe
de la custodia de Juanjo Álvarez mientras se desempeñó como
ministro de Seguridad. Fue desplazado luego de un extraño
episodio en que el ministro recibió amenazas.
Jorge Lanata, su columna en Critica de
la Argentina, (Investigación: Jorge Lanata / Luciana Geuna /
Jesica Bossi )