26 de Enero de 2009
La
favelización anunciada
Unas 180
mil personas viven en asentamientos de emergencia. El 14% de
los menores es pobre. El "derrame" de la economía nunca se
produjo. La grieta social va en aumento.
En la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay 21 villas de emergencia
o asentamientos: el asentamiento Morixe, el ex AU7, el de la
Reserva Ecológica, Los Piletones, Calacita, calle Zabaleta,
Av. Eva, Perón la Villa Dulce y las villas 1-11-14, 3, 6, 13
bis, 15 Ciudad Oculta, 16, 17, 19, 20, 21-24, 26, 31 y 31
bis Saldías. A esta lista tradicional se sumaron, en 2006,
24 nuevos asentamientos precarios con una población estimada
en 12 mil personas, mientras que el total de habitantes de
villas en la Ciudad Autónoma ascendió de 108.056 en 2001 a
167.500 en 2008, según estadísticas de la Defensoría del
Pueblo local. Una población comparable con toda la ciudad
capital de Catamarca, por ejemplo, o 20.000 habitantes menos
que la capital de Neuquén. “Desde el punto de vista urbano
social –escribe María Cristina Cravino en Las villas en la
ciudad, editado por la Universidad Nacional de General
Sarmiento–, cuatro son los grandes fenómenos que
caracterizan la cuestión habitacional en Buenos Aires: en
primer lugar las villas; en segundo, las casas o edificios
(en varios casos fábricas) ocupados (localizados
particularmente en la zona Centro, Abasto, San Cristóbal y
Villa Urquiza); en tercer lugar, la población que se alojaba
en los hoteles pensión (a cargo del mismo Estado que derivó
allí a quienes estaban en emergencia habitacional); y por
último aquellos que viven literalmente en la calle”. La
evolución demográfica de las villas de emergencia marca un
quiebre evidente durante los años de la dictadura: en 1976
había 28 villas y seis barrios precarios que albergaban a
220.753 personas que fueron erradicados compulsivamente con
el proyecto militar de “embellecer” la ciudad. En 1980, la
Comisión Municipal de Vivienda sólo registraba 34.554
personas en situación de precariedad.
Según el
último
“Diagnóstico de la situación social en la Ciudad de Buenos
Aires” elaborado por el Ministerio de Desarrollo Social del
gobierno porteño:
–El 8,4%
de la población es pobre (unas 257.930 personas, de acuerdo
con la encuesta permanente de hogares, EPH, del INDEC).
–El 3,6%
vive en la indigencia: 110.541 personas.
–El 14,6%
de los menores es pobre, casi cien mil niños y adolescentes.
Las cifras
no bajan y conviven, sin embargo, con un período de
crecimiento de la economía y el empleo: coexisten aún en la
ciudad situaciones de extrema pobreza con altos niveles de
riqueza. El “derrame” es insuficiente, aseguran los
economistas; los guarismos de la grieta son superiores a los
de los noventa, lo que muestra que la recuperación económica
no se tradujo en una recuperación social. El propio
ministerio del área concluye en su informe que “el problema
de la pobreza no puede ser resuelto exclusivamente con
políticas de empleo: con el nivel salarial actual, aun con
pleno empleo la pobreza persistiría. Con respecto a la
salud, el 22,2% de los porteños no cuenta con ninguna
cobertura: ni obra social, ni PAMI, ni prepagas. Los
sectores más desatendidos se encuentran geográficamente en
el sur de la ciudad, donde también se ubica el 72% de las
villas de emergencia.
Segmentada
por edades, la pobreza afecta más a los jóvenes: el estudio
“La geografìa de la infantilización de la pobreza”, escrito
por Claudio Lozano, Tomás Raffo y Ana Rameri, muestra que
mientras en la ciudad la pobreza es del 12,5% y la
indigencia del 4,9%; en los menores de 18 años la pobreza
llega al 23,9% y la indigencia al 10,1%; esto es 342.220
chicos pobres menores de 18 y 147.459 pibes indigentes.
Quienes se preguntan por el auge del delito no encontrarán
aquí todas las causas pero sí algunas de ellas. En la
denominada Zona C de la ciudad (Comunas 4 y 8 La Boca,
Barracas, Soldati, Lugano), el 38,6% de los menores es pobre
y en la Zona E (Almagro, Boedo, Caballito, Flores, Parque
Chacabuco, Villa Crespo, Paternal, Villa Ortúzar, Agronomía
y Parque Chas) el 26,6 por ciento.
La tasa de
desempleo entre los adolescentes es del 27 por ciento. La
desigualdad en los ingresos el ancho de la grieta es atroz:
mientras que el promedio de los ingresos familiares per
cápita para los hogares con jefatura masculina en la ciudad
ascendía en 2006 a $1.155, para el mismo tipo de hogar
residente en villas el promedio es un 80% inferior: $229,4.
TODO LO
TRANSITORIO SERÁ DEFINITIVO. Al panorama “normal” de las
villas instaladas hace décadas se suma el de los
eufemísticos “centros transitorios” hoy devenidos en
permanentes: el Núcleo Habitacional Zabaleta de Barracas,
por ejemplo, nacido durante la dictadura de Onganía para
“relocalizar” a los habitantes de diversas villas durante
doce meses se transformó en cuarenta años. Allí viven ahora
unas 3.000 personas. Algo similar ocurre en el Parque Roca,
donde fueron mudados los habitantes de la Villa El Cartón
después del incendio de febrero de 2007. Entonces se les
prometió una solución definitiva en 120 días. Hoy viven allí
más de 1.500 personas.
En Lugano,
la Villa 20 convive hace tres décadas con un basurero de
chatarra tóxica; está asentada en un predio de 120.000
metros cuadrados que la Policía Federal usa para arrumbar
autos viejos. El ingenio popular supo cómo describirlo: lo
llaman “El cementerio”. Allí vivían hace tres años unas
17.000 personas, y ahora la cifra supera los 21.000. La
misma población que, por ejemplo, habita Pinamar. Los casos
por intoxicación se multiplican hace años: el 35,5% de los
chicos presenta valores al límite de la sobredosis de plomo
en sangre, y el peso de nacimiento es en el 15% de los niños
inferior a los dos kilos y medio.
La villa
1-11-14 se llama así por la fusión de las tres villas
originales y es una de las más grandes de la ciudad, frente
a la cancha de San Lorenzo de Almagro, en el Bajo Flores. La
mitad de sus habitantes son extranjeros.
La Villa
31, origen del debate de alto nivel protagonizado esta
semana por los estadistas Mauricio Macri y Aníbal Fernández,
es una de las más antiguas de la Capital: nació en la década
del treinta como Villa Desocupación y ya en el censo de 1934
registraba 2.903 habitantes que se asentaron buscando la
cercanía del puerto y las terminales ferroviarias. Allí
militó y murió el padre Mugica, y llegó a ser una de las
villas más organizadas de la ciudad. Cada uno de sus seis
barrios tenía una comisión vecinal (Saldías, Laprida,
Comunicaciones, YPF, Güemes e Inmigrantes) y estaban
organizados por manzanas y pasillos. La Villa 31 bis está
asentada en suelo de Ferrocarriles Argentinos gestionado por
el Onabe y la 31 tiene múltiples dueños: la Administración
de Puertos, Repsol YPF y la Armada.
El
debate ontológico
Macri-Fernández
comenzó con un espía: el arquitecto Juan Carlos Poli, quien
se hizo pasar por fumigador y visitó 26 veces la Villa 31
para hacer un relevamiento y, eventualmente, frenar las
construcciones en altura.
Poli le cobró
40.000 pesos al ministro de Espacio Público por su trabajo
undercover y descubrió unos 600 casos de viviendas con
varias construcciones en los pisos superiores. Muchas de
ellas –dijo Poli en su informe– han crecido ocupando zonas
de calles y hasta los postes de iluminación pública han
quedado dentro de las viviendas. Aunque subrepticia, era la
primera intervención del Estado en el caso después de
décadas, pero no entraba para instalar servicios públicos,
para proveerlos de gas, agua corriente o teléfonos, siquiera
para mudarlos a un sitio más humano, sino para destruir su
precariedad.
Investigación:
Jorge Lanata / Luciana Geuna / Jesica Bossi / Claudio
Mardones. Crítica de la Argentina.