LLUEVE DINERO SOBRE
LOS INTENDENTES!!
MILAGRO "K"

19 de Enero de 2009
 
Frente a la durísima sequía que sufre el campo, el Gobierno lanzó medidas parciales. Busca sobre todo bajar el clima de enfrentamiento en el año electoral. Pero concentra su atención en el Gran Buenos Aires. Allí irán 5 millones de dólares diarios para impulsar la obra pública. 

La política es para los optimistas: un hombre del Gobierno bonaerense cree que la sequía tremebunda que desespera al campo "nos da una oportunidad de dejar atrás la pelea por las retenciones móviles". ¿Cómo? Acudiendo en auxilio eficaz de los productores alcanzados por el estrago. El razonamiento sería: nadie muerde la mano que llega para ayudar. Y si con las retenciones se discutía cómo distribuir excedentes, con la sequía se trata de suturar grandes pérdidas. Pero esto no parece ser exactamente lo que piensan Néstor Kirchner y su brazo ejecutor, Guillermo Moreno. La política también es para los rencorosos: en el persistente conflicto entre el Gobierno y el campo, de uno y otro lado hay demasiada gente que se juramentó borrar al enemigo de la escena. Y las buenas intenciones, aun los cálculos especulativos, suelen volar por el aire cuando a la colisión de intereses se le agrega el poder deletéreo de ciertas naturalezas humanas.

Daniel Scioli habló en sintonía con ese escenario esperanzado que planteaba un hombre de su equipo. "Esta vez el campo tiene razón", dijo en una recorrida por las zonas resecas de su provincia. En cuanto la frase salió publicada llamó a un ministro de Cristina para decirle que no era eso lo que había dicho. En ese juego pendular dejó sentada su postura. Y le envió un mensaje al campo después de que la Presidenta en persona le frenó la intención de declarar la emergencia agropecuaria para aliviar el impacto brutal de la sequía. Scioli camina una cornisa muy delgada, en un equilibrio imposible que intenta sobrenadar las controversias y las exasperaciones ajenas. Y respecto del campo, más allá de cuáles puedan ser sus convicciones, hace una cuenta sencilla. El último domingo de octubre habrá elecciones. En Buenos Aires se renuevan 46 diputados y 23 senadores provinciales: por el sistema electoral bonaerense, 21 de esos nuevos diputados y 16 de los senadores provendrán de municipios del interior.

 Si el campo le vota masivamente en contra, Scioli tendrá problemas serios con la Legislatura en la segunda mitad de su mandato. Las entidades del campo no tienen hoy espacio social para repetir las protestas pasadas. Hacen, entonces, una guerra de baja intensidad. Movilizaciones junto a las rutas, cortes fugaces, asambleas constantes para mantener alerta y activas a sus bases. Ese activismo funciona sobre un estado de ánimo muy irritable en las poblaciones rurales. Un ministro de Cristina, nacido y criado en una de esas ciudades del interior, prefirió trasladar a toda su familia a Buenos Aires para pasar las fiestas de Navidad. Temía que algunos vecinos le hicieran pasar un mal momento. Los funcionarios que lo frecuentan dicen que Néstor Kirchner repite en estos días una muletilla: "Este año quiero ondas de amor y paz". Ondas de Amor y Paz se llama la iglesia del alguna vez famoso Pastor Giménez, que supo acercarse al calor oficial a través de Compromiso K, una agrupación que encabeza el secretario legal Carlos Zannini, integrante del núcleo duro del poder.

Pero la muletilla de Kirchner, que funciona como una orden, se refiere poco y nada a la prédica electrónica y mucho al clima con que pretende transitar el año electoral. Dio instrucciones para buscar acercamientos con el campo: no está dispuesto a darles nada de fondo, pero quiere que los meses transcurran sin fracturas expuestas que encrespen el ánimo social. También Kirchner prefiere una guerra de baja intensidad. Esa paz con el campo no es para él posible ni deseable. El Gobierno vino anunciando medidas parciales y está pronto a lanzar una ayuda a los afectados por la sequía en acuerdo con varias provincias incluyendo Santa Fe, donde gobierna el socialista Hermes Binner. No es un arranque súbito de generosidad: Kirchner también busca apuntalar allí a Carlos Reutemann, que puede ser funcional a sus planes futuros. Pero hay un punto clave, simbólico, en la relación con el campo: la baja de retenciones a la soja. Scioli hizo algún amague, mencionó la conveniencia de una medida así, pero sabe que si insiste sólo le esperan agrios reproches desde el poder.

En su momento el jefe de Gabinete, Sergio Massa, se lo planteó frontalmente a Kirchner y a Cristina: se ganó una rabieta del ex presidente, con quien mantiene una relación fluctuante. El secretario de Agricultura, Carlos Cheppi, defendió fugazmente esa hipotética baja, pero después reconsideró esa posición. El ministro Julio De Vido ya le avisó a los demás involucrados: de bajar las retenciones a la soja, ni hablar. Kirchner sabe, como cualquiera, que el resultado que consiga en octubre en Buenos Aires va a determinar su destino. Y con el interior encrespado apuesta todas sus fichas al Gran Buenos Aires, al peso del aparato tradicional y a la tracción electoral de los intendentes. Un peronista encumbrado lo dice sin vueltas: "Más que el jefe del PJ, Kirchner es el jefe del conurbano". Kirchner y esos ásperos intendentes saben en qué idioma hablan: desde la Casa Rosada está volcando carradas de dinero sobre esos municipios, para impulsar la obra pública. La contratación y ejecución no correrán por cuenta del Gobierno nacional ni del provincial, lo harán directamente los intendentes.

¿De cuánto estamos hablando? De unos cinco millones de dólares por día, algo así como 1.500 millones de aquí a fin de año. El Fondo del Conurbano que Eduardo Duhalde les sacó a Menem y a Cavallo para aceptar ser gobernador en los años 90 era cinco veces menor. La ecuación tiene una base sencilla: más trabajo, alegría para los jefes municipales, mejoras rápidas para los vecinos, más votos. Uno de los encuestadores favoritos del Gobierno llevó sus números a Olivos, un par de semanas atrás. Les dijo a los Kirchner que para ganar bien Buenos Aires y compensar el seguro castigo que recibirán en muchos distritos fuertes del país, necesitan más del 50% de votos en el segundo cordón del GBA, el más pobre y poblado. En el primer cordón, pegado a la Capital, tienen fuertes signos de hostilidad electoral. Y el interior bonaerense está perdido por mucho. En Berazategui y en Florencio Varela, segundo cordón, donde anidan fuertes fidelidades al Gobierno, la intención de voto hoy roza el 40% . Hará falta mucha obra pública, mucha plata, para que los números se arrimen a las necesidades de los Kirchner. Ellos ya demostraron que no le hacen asco a ningún recurso para conservar el poder.

Eso los convierte en adversarios temibles. Y ante esa determinación los opositores, muchas veces, parecen tibios aprendices confundidos acerca de qué camino tomar. Mientras Néstor se ocupa de los menesteres de la conservación del poder, Cristina inicia hoy su visita a Cuba, demorada por problemas de salud felizmente superados. La semana de postergación resultó oportuna, porque se pudieron atar algunos hilos que aún estaban sueltos en la fecha original del viaje. La mejor noticia para Cristina fue que la médica Hilda Molina desistió de la pretensión de reunirse con ella. Un pedido argentino por la situación de esta disidente cubana había derivado en el enfriamiento de la relación bilateral. Y eso frustró el viaje a Cuba que Néstor, como presidente, tenía planeado para mediados de 2005. El pedido de audiencia de la doctora Molina hacía ruido en los arreglos previos al viaje, en un momento en que la Argentina se suma a otros países de la región en un esfuerzo por integrar a Cuba, que se asoma a un proceso de apertura y cambios.

El Gobierno mantiene su postura en favor de que la médica pueda salir de su país y reunirse aquí con su madre, autorizada a viajar el año pasado, y con su hijo y sus nietos argentinos. Pero la prudencia y la discreción son imprescindibles en el trato con la isla. Algunas voces trataron de desalentar suavemente el pedido de audiencia a Cristina. El hijo de la médica, Roberto Quiñones, tiene abierta una línea sin intermediarios con el canciller Jorge Taiana. Cristina no va a reunirse en La Habana con disidentes. "No lo hizo Lula, ni el canciller español Moratinos, ni el cardenal Bertone enviado por el Papa", explican en la Cancillería. Pero esa buena letra no garantiza que Cristina se lleve el trofeo mayor: el encuentro y la foto con Fidel no dependen de ella, sino de la salud del viejo líder, que esta semana volvió a dar señales de fuerte quebranto. Hace poco más de diez años Fidel había visitado la Embajada argentina en La Habana.

 En aquel tiempo de acercamiento se especulaba con una visita de Carlos Menem a Cuba, que al final no sucedió. Fidel llegó sin avisar al agasajo que el entonces embajador Jorge Telerman daba a una relevante delegación de empresarios argentinos en viaje de negocios. Estuvo allí tres horas y desplegó su oficio de encantador de serpientes. A un empresario de los muy fuertes lo sorprendió preguntándole detalles muy minuciosos sobre los problemas con el envoltorio de sus productos. Cuando Fidel se despedía, al final de aquel ejercicio de seducción, un directivo de la Sociedad Rural de Córdoba pidió "un aplauso para el Comandante". Eran otros tiempos. Julio Blanck, Reproducción textual de su columna del diario Clarín del 18-01-2009