24 de Noviembre de 2008
Balestrini, caballero
de La Matanza, y el dinosaurio dormido
Alberto
Balestrini, argentino, abogado, 60 años, vicegobernador de
Buenos Aires y presidente inminente del peronismo
provincial, es un bicho raro en la política. Por ahí, el
mote le cabe simplemente por cultivar un perfil propio y más
bien bajo, por ser un tanto independiente en sus iniciativas
y por cierto desapego, muy bien trabajado, respecto de los
lugares de poder a los que, sin embargo, fue accediendo de
modo discreto pero implacable.
"No soy
la Virgen María" gusta aclarar, como si fuese necesario,
cuando habla de sus andanzas políticas. Pero paladea sin
disimulo sus diferencias con el corte clásico del dirigente
del Gran Buenos Aires.
Militante peronista
desde sus años estudiantiles allá por los 70, se graduó en
la Universidad del Salvador y ese tutelaje de los jesuitas
le dejó adosados, con cierta ligereza, los calificativos de
católico y conservador, que él rechaza pero de los que no
reniega del todo.
Fue legislador
provincial y nacional, presidió la Cámara de Diputados y fue
intendente de La Matanza, distrito donde es dueño y señor
del peronismo desde que hace una década destronó a Alberto
Pierri de su largo dominio.
En La Matanza viven y
votan más de un millón de compatriotas. Un padrón igual al
que llegan, sumadas, las provincias de Santa Cruz, La Rioja,
Catamarca, La Pampa y Tierra del Fuego.
No hace tanto tiempo,
en una discusión telefónica destemplada a propósito del
armado de listas para la última elección, le refregó esa
diferencia de volumen territorial a Cristina Kirchner, que
ya venía encaminada a ser Presidenta. Uno de los hombres que
estaba en ese momento con Balestrini, hoy alto funcionario
del Gobierno nacional, puede dar testimonio del asombro por
la situación.
Balestrini suele
explicar ese trato de confianza desusada recordando que fue
convencional para la Reforma de la Constitución en 1994.
Allí conoció a Cristina y a Néstor, que gobernaba Santa
Cruz. Ella trabajaba duro y parejo en las comisiones, él
aparecía solamente en las sesiones, como los otros
gobernadores y jefes políticos. Balestrini no era jefe, así
que le tocaba trabajar también. Y tanto él como Cristina
estaban en el grupo de convencionales peronistas que
trataban de marcar diferencias con el menemismo rampante de
aquella época, aunque sin sacar los pies del plato.
La relación entablada
entonces con los Kirchner no siempre le dio ventajas al
matancero. Para convencerlo de que agarrara la candidatura a
vicegobernador, dejando la presidencia de Diputados, Néstor
y Cristina lo amansaron durante dos viajes al exterior. La
primera vez en Paraguay, la segunda en México. Cuando lo
llamaron para desayunar con ellos en la habitación
presidencial supo que no tenía escapatoria, les contó
después Balestrini a sus amigos.
No tuvo más remedio que
aceptar ese cargo que no buscaba, pero le advirtió a
Kirchner: "Si querés alguien que lo vigile a Scioli y le
controle el gobierno, conmigo no cuentes". Kirchner le dijo
que ni soñando, que Scioli iba a tener total libertad para
armar su gabinete y manejar la gestión, y todas esas cosas
que siempre se dicen. Lo concreto es que Balestrini tiene
poco y nada que ver con el día a día de la gobernación.
Mantiene con Scioli una relación cordial, tanto que hasta se
abstiene de opinar sobre la marcha de la gestión.
Aunque fue intendente
ganándole la elección en La Matanza a Pinky y a la Alianza
en 1999, y ahora es vicegobernador, le seduce más el trabajo
legislativo y mucho más el armado político. Las tensiones y
la mezcla brusca y enrevesada de logros y frustraciones,
propios del cargo ejecutivo, no le alegran la vida como a
otros. Alguna vez Duhalde le dijo "el poder no es para
sufrirlo, es para gozarlo". Pero a él, eso no le salía
fácil.
Su relación con Duhalde
tiene tonos ambiguos. Por cierto, fue un puntal de la
resistencia tardía contra el menemismo. Pero nunca llegó a
integrar la tropa duhaldista, con la que se enfrentó feo en
cuanto Kirchner llegó al poder. Fueron Balestrini y Julio
Alak, entonces intendentes de La Matanza y La Plata, los que
encabezaron el apoyo al gobernador Felipe Solá, cuando éste
se decidió a darle guerra al duhaldismo. Plantaron entonces
una cabecera de playa que le permitió a Kirchner desembarcar
en la Provincia. El resto es historia conocida y no todos
los protagonistas de entonces están en el mismo bando ahora.
En una semana lo van a
consagrar presidente del Partido Justicialista bonaerense.
Dice que tiene algunas ideas, pocas y fuertes, para
despertar a ese dinosaurio dormido desde hace años. Otros ya
lo intentaron, sin suerte. Porque hace años que varios
apellidos poderosos vienen asegurándose que el dinosaurio
siga durmiendo en paz.
Julio
Blanck
Reproducción textual de su columna en Clarín del 22-11-08