24 de Noviembre de 2008
La corrupción no empieza por casa pero tiene
cuarto propio
El problema con la corrupción es como el de
la inseguridad: no sólo repugna en sí misma sino que
produce, a la larga, una especie de sedación,
acostumbramiento, bah.
No todos los casos
increíbles suceden en la Argentina, como la proximidad
tienta a hacer creer.
En
Colombia, por ejemplo, hoy se está investigando a más de
3.000 funcionarios -la mayoría militares, generales algunos
de ellos- por una práctica que ejercieron con macabra
abundancia: secuestrar a jóvenes indigentes, trasladarlos de
región, vestirlos con uniformes de las FARC y asesinarlos
para mejorar sus estadísticas en la lucha antiguerrillera y
coleccionar condecoraciones.
De esta forma, alejados de las rudezas, peligros y fragores
del combate, los denodados oficiales colombianos habrían
masacrado a más de 1.100 inocentes, una manera por demás
original de combinar la corrupción con el exterminio.
Que Italia es quizá el país europeo que más parentescos
guarda con los latinoamericanos no sólo lo prueban
inmigraciones como la que formó parte de la población
Argentina sino el crecimiento y la pletórica salud de las
mafias.
En Sicilia, por ejemplo, se investiga un también innovador
mecanismo de estafa a gran escala y que implica a cientos de
médicos. Investigadores de Seguridad Social encontraron que
había más de 51.000 pacientes a los que se les hacían
estudios, análisis, diagnósticos y hasta les recetaban
medicamentos que permanecen definitivamente muertos, algunos
desde hace una veintena de años.
Los profesionales comprometidos por el juramento
hipocrático pasaban honorarios por invariables enfermos
imaginarios.
Y resulta tan descomunal la cantidad de prescripciones que
ordenan los médicos de la isla que, según el blog
Observatorio Siciliano, si las enfermedades pertenecieran al
inequívoco universo de lo real "la mitad de la población
estaría en emergencia sanitaria".
Desde luego no es extraño conocer asombros como el enunciado
cuando hace poco se supo que las mafias ya lograron una
facturación anual mayor que el de cualquier otra empresa
italiana y que el periodismo de investigación ya ha muerto
en la península por obvias razones de seguridad.
¿Y en nuestras entrañables Pampas? Mal, pero
acostumbrados. Menem goza de su cargo senatorial aunque
padeciendo diversas enfermedades que le impiden declarar en
las escasísimas causas que se le siguen. Los implicados en
el escándalo de la Banelco no suelen ser molestados más que
esporádicamente y esperan en el colmo de la serenidad que la
causa se caiga por sí misma.
¿Y el caso Skanska, el del valijero Antonini Wilson, el
de la ruta al parecer también electoral de la efedrina? Nada
parece indicar, dada la morosa ineficacia -¿o indulgencia?-
de la Justicia, que el curso sea distinto, que resulte
inesperadamente acertado.
Y no es que la corrupción consista en un fenómeno
natural, como quieren hacernos creer unos cuantos: hubo
prolongadas épocas en la Argentina en que la carrera
política no estaba estrictamente vinculada a la construcción
de una fortuna personal.
El problema justamente es que nos vamos
acostumbrando y olvidamos, como narcotizados.
Por: Marcelo A. Moreno, su columna diario
Clarín, reproducción textual.