18 de Noviembre de 2008
Norberto Cosavov,
psicólogo y perito judicial, autor de un informe
sorprendente
Entrevista
al director del trabajo más completo que se haya realizado
sobre menores que delinquen, una verdadera radiografía de
los “pibes chorros”
En un
país donde el problema cada vez más grave de la delincuencia
juvenil se discute sin estadísticas ni estudios serios, sino
por aproximación, por sensación térmica o prejuicios
ideológicos, el doctor Norberto Eduardo Cosacov tiene el
mérito de haber hecho el relevamiento más completo y
detallado que se conozca en esta materia. Un equipo de
profesionales a su cargo indagó sobre las características
personales, familiares, socioculturales y psicológicas de
chicos cuyas edades iban desde los 10 a los 19 años. Algo
así como una “radiografía de los pibes chorros”.
Entre los resultados sorprendentes (ver infografía) hay uno
que sobresale: los menores no pertenecen a los márgenes más
humildes de la sociedad, lo que sociológicamente se conoce
como “indigentes” (menos de 570 pesos mensuales) sino a la
franja que va desde la pobreza hasta la clase media baja
(ingresos de 600 pesos a 2.500), tal como publicó Crítica de
la Argentina en su tapa de ayer. “Es así, no hay
delincuencia por debajo de la última línea de pobreza, en
las familias más pobres. Tal vez tenga que ver con la
necesitad de una infraestructura básica para delinquir. Hace
falta una moto para escapar, un lugar donde ocultar el
botín, una cobertura para usar como coartada”, explica este
psicólogo de 54 años, 25 de ellos como perito judicial y los
últimos 12 con trabajo específico en el Equipo Técnico de
Menores.
–Su
trabajo se basa en entrevistas con 108 menores que pasaron
por los cuatro juzgados correccionales de Córdoba. ¿Por qué
sostiene que esta estadística provincial puede proyectarse a
nivel nacional?
–Porque las variables arrojadas por la encuesta en Córdoba
se corresponden a las obtenidas en todas las grandes
ciudades del país, sus líneas más generales son aplicables y
válidas para zonas como el conurbano bonaerense, Rosario o
Mendoza. Son comunes la procedencia social de los menores,
sus valores, las características del entorno familiar, los
botines obtenidos en los robos y su utilización por los
chicos. Puede haber pequeños matices que no invalidan el
paralelo. Por ejemplo, en Córdoba, no se registran niveles
de consumo de paco, pero siempre pasa que las drogas llegan
primero al conurbano y luego se extienden al resto del país.
–¿Cuáles
son los motivos que encontró en los chicos para delinquir?
–Sobre todo, la falta de perspectivas y de movilidad social.
Están anclados a ese entorno y les resulta muy difícil
salir. En la mayoría de los casos, la necesidad de consumir
los empuja a robar: quieren comprarse zapatillas o jeans de
marca, que para ellos es una forma de integrar grupos a los
que por origen social no pertenecen.
–¿Hay
contención familiar?
–En general, las familias no apañan el delito, no los mandan
a robar, como se cree generalmente. Pero tampoco se hacen
cargo de la situación, y las conductas delictivas se
adjudican a las “malas juntas”. Una de las conclusiones es
que a la mayoría de los chicos delincuentes los educaron sus
hermanos. Casi todos ellos provienen de familias numerosas,
donde los padres no pueden ocuparse, y los hermanos mayores
van criando a los más chicos. Eso se corresponde con un dato
que arrojó esta encuesta: cuando hay antecedentes penales en
la familia, en el 61% de los casos ese antecedente lo tiene
un hermano mayor.
–¿Y que
manifiestan los jóvenes con respecto a ese entorno donde
están anclados?
–La mayoría dice que quisiera irse de sus hogares para
sustraerse a su medio barrial antes que al familiar.
–¿Cuál es
el origen del problema?
–Hay datos predictivos que figuran en cualquier
bibliografía: cuando aumenta la inflación y la desocupación,
aumenta el delito. Lo que no se sabe científicamente es qué
pasa cuando esas variables disminuyen. Y después está el
problema de las víctimas, porque los mismos pobres son los
blancos principales. Y son los que tienen posiciones más
duras, los que reclaman hasta la pena de muerte.
–¿Cómo se
soluciona?
–Aplicando la ley sin modificarla. Aplicándola con
convicción, porque existe la ingeniería jurídica necesaria,
pero los jueces no la usan. Los chicos tienen que estar más
tiempo detenidos, porque si no van a empezar a aparecer los
escuadrones de la muerte.
–¿Qué
punto o detalle que no se traduzca en un número lo
sorprendió de las respuestas de los menores?
–El nivel de racismo y de fragmentación social. El racismo
era palpable en sus comentarios y vocabulario, siendo
sensibles no sólo al color de la piel sino también a tener
un apellido de origen italiano o criollo, es decir, español.
La fragmentación se da en la inclinación a los grupos
antagónicos por trivialidades tales como la hinchada de un
equipo de fútbol, vivir en un barrio y no otro, o ser fan de
grupos musicales distintos.
–¿Imaginan
un proyecto de vida para ellos?
–Sin caer en generalizaciones, es notable que la
mayoría de las respuestas coincidentes manifiestan el sueño
de poner un maxikiosco para ayudar a su familia.
Reproducción textual de la
entrevista en Critica de la Argentina
del 17.11.2008