10 de Noviembre de 2008
La inseguridad tiene más cómplices de lo
imaginado
Hace tiempo que se ha dejado de señalar al
fuerte crecimiento del delito como una "sensación". Ahora es
una certeza. Es tragedia cotidiana.
Pero ante semejante plaga cunde la
impotencia. De poco sirven las protestas, manifestaciones,
declaraciones y demás expresiones del dolor. Tampoco son
suficientes los diagnósticos variados ni los esfuerzos
sectoriales ni el sacrificio de servidores públicos.
El presidente de la Corte Suprema se expresó
con fuerza cuando dijo a los magistrados que deben "entender
que el respeto de las garantías no tiene nada que ver con la
noción de puertas giratorias, de que los condenados entren
por una puerta y salgan por la otra". Esto es así y la
crónica del crimen registra un catálogo que pone los pelos
de punta. Pero es el fruto de una tendencia a la que me
referiré enseguida.
También preguntó Lorenzetti: "¿Cómo se hizo
en Nueva York y Miami? Se hizo con políticas públicas, que
no tienen tanto que ver con la decisión de un juez. El
Estado tiene que estar ahí y poner orden. La Iglesia y las
ONG suelen hacer buenos trabajos en las zonas críticas. De
eso se trata. De crear un clima de orden. Ahí tiene que
estar el Estado". Pero el Estado no está porque se ha
impuesto una tendencia a la que también me referiré
enseguida, como anuncié hace unos renglones.
Universidades del delito
Agregó el presidente de la Corte un párrafo
para referirse a los menores, que en la cárcel encuentran
una universidad del delito donde se hacen profesionales. Los
problemas son muchos y complejos.
Ahora hundo el bisturí prometido.
En la Argentina hace tiempo que se necesita
una verdadera política de Estado en materia de seguridad
(sin olvidar otros ámbitos como salud, educación, etc).
Política de Estado significa una decisión consensuada, que
sea objeto de un diálogo serio, patriótico e intensivo entre
las organizaciones sociales y políticas. Y que se ponga en
marcha cuanto antes y se mantenga vigente por un tiempo que
exceda a varias administraciones. Una política de Estado
debe ser convocada por el poder de turno. Pero debe hacerlo
con humildad y convicción, sin tratar de sacar dividendos de
cada acto o palabra, porque entonces no será una política de
Estado, sino otra de las maniobras que realiza para
incrementar su hegemonía.
Son muchos los asuntos que deben ser tratados
con el máximo rigor y franqueza en una política de Estado
referida a la seguridad de los ciudadanos. Se debe empezar
por respetar la letra y el espíritu de la Constitución, tan
profanados en el último lustro. Se debe garantizar la
independencia de la Justicia, que ahora le tiene más miedo
al Poder Ejecutivo que a los criminales callejeros. Se
debe sancionar a quienes obstaculizan el tránsito. Se debe
sancionar a quienes se apropian del espacio público, al que
pertenecen también los colegios y las universidades. Las
"tomas" son delitos. Y delinquen junto con chicos y jóvenes
los padres que los avalan llevándoles comida, abrigo y hasta
aplaudiendo sus depredaciones. Se deben enfocar todos los
canales de la anomia que navegamos como si tal cosa, para
condenarlos y taponarlos para siempre.
Un tema que no debe ser ignorado es la
pobreza y la desocupación. Pero ser pobre no significa ser
delincuente, porque la riqueza no garantiza la virtud. En la
Argentina prevaleció hace muchas décadas la "cultura de la
decencia". Ahora nos ahoga la cultura de la corrupción, del
vale todo, del sálvese quien pueda, de el que no roba es un
gil. La ley debe ser pareja. Igual para el alto y el petizo,
para el hombre y la mujer, para el inteligente y el tonto,
para el rico y el pobre.
Estado de Derecho
Pero, además, si de veras se quiere disminuir
la pobreza, entonces hace falta multiplicar las fuentes de
trabajo. Estas sólo se abren mediante la inversión. El
Estado solo no puede, y sus dineros provienen de la misma
sociedad, no de las nubes. Hace falta la inversión privada,
guste o no. Y la inversión privada sólo ocurre cuando se
cumplen los contratos, se respeta la propiedad e impera el
Estado de Derecho. Pero en la Argentina se ha incrementado
la tendencia a violar los contratos, robar la propiedad e
ignorar el derecho. Por lo tanto, no hay ni habrá suficiente
inversión. No habrá apertura de nuevas fuentes de trabajo.
No disminuirá la pobreza. No disminuirá uno de los factores
más cacareados sobre el aumento de la inseguridad. La
pobreza en la Argentina creció y crecerá. En este año hemos
perdido tres grandes oportunidades de despegue económico. Y
no parece que se tomara conciencia de tamaño desastre.
Por fin -no es lo último ni es todo-, en
nuestro país se ha incrementado el desprecio a las
jerarquías, que estructuran lo individual y lo colectivo,
como si las jerarquías fuesen sólo patrimonio de las
dictaduras. ¡Craso error! Esto ya lo empezó a denunciar el
tango "Cambalache": todo es lo mismo, todo es igual. Y eso
es el cambalache, la anarquía, la miseria material y moral.
El padre y el hijo, el maestro y el alumno, el policía y el
delincuente, en lugar de ocupar el lugar debido, son
igualados en su papel. El fruto de semejante desatino es
ponzoña a corto o largo plazo.
Mientras se escamotee una solución de fondo,
estructural, seguiremos hundidos en las arenas movedizas de
una inseguridad que irá en aumento. Y los cómplices, como es
obvio, son más numerosos de lo imaginado.
Reproducción textual de la nota de Marcos
Aguinis para el Diario La Nación del. 07-11-2008